Mi hijo adolescente tiene amigos que concurren a otras divisiones de la misma escuela que ignoran quién fue Walsh. El largo brazo de la ley no llega a todos lados, los docentes se reparten los cursos. Walsh murió hace 30 años y no fue tan famoso como Borges que hubiera merecido el premio Nobel. Borges tiene tantos difusores como Piazzolla que era marplatense y no murió ciego en Ginebra.
Piazzolla y Borges eran tangueros cada uno a su modo, armoniosamente. Ninguno fue peronista, más bien todo lo contrario. En el ‘55 Piazzolla, Borges y Walsh celebraron la “libertadora” que algunos siguen escribiendo con mayúsculas. Piazzolla aprovecha ese tiempo para revolucionar el tango mientras Borges dirige la Biblioteca Nacional, Rodolfo escuchó “hay un fusilado que vive”.
Rodolfo Walsh se hizo “incorregible” después. Uno podría decir que la vida lo hizo así. Un tipo capaz de descubrir mensajes cifrados de la CIA, sin conocimientos sobre criptografía, seguramente tenía la posibilidad de encontrar claves más mundanas con sólo dejar que la realidad ingresara a su cerebro a través de esos lentes de culo de botella. Quizás el hombre fue más montonero que peronista. Quedó impactado por “Esa Mujer”. Era nacionalista y curioso. Un gran escritor al que le costaba muy poco su trabajo ya que las palabras le brotaban más simples en la máquina de escribir. Amante del género policial pronto descubrió que el periodismo era fuente inagotable para el tipo de literatura que eligió transitar. Así fue mezclando su afán de detective irlandés con investigaciones sólidas en tierra propia. La militancia se hace viva y comprometida cuando coincide con lo que uno ama. “Operación Masacre” no es una novela. Truman Capote fue otro gran escritor e inquieto periodista pero de “sangre fría”. Su vida ganó un Oscar el año pasado.
Walsh amó contar la verdad y le inyectó la energía juvenil de sus hijas, especialmente de Vicky. Se hizo socialista y revolucionario al punto de utilizar su arma sin temor ante la injusticia de la opresión asesina. Dispara, dispara, dispara sin vacilar palabras que resuenan aún en alguna escuela pública que algunos eligen no reproducir.
Exactamente un año y un día después del golpe del 76 y mientras hacía circular su última obra caía emboscado por un comando de la ESMA en Entre Ríos y San Juan.
Ejemplo como escritor, como investigador y militante comprometido con la causa popular había escrito lo que resultaría su testamento “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar”.
Con pluma quirúrgica realiza un balance de 365 días del gobierno de facto. El texto, en sí mismo, es una pieza literaria magnífica, una hoja de ruta de su tiempo y un claro indicador del camino iniciado por el proceso.
El periodista habla de la suciedad de la guerra elegida por el proceso, de la tortura y de la persecución. Devela procedimientos con datos certeros cuya crueldad plasma casi sin adjetivos. Con frases cortas, con puntos seguidos, con comas elocuentes y despejadas de efectismos que no pudieran ser contrastados a partir de recortes de diario encontrados en ediciones ya censuradas.
Walsh los desnuda, y si bien superaba con creces a la media de la inteligencia normal, elige hacer hincapié en cuestiones que afectaban la vida cotidiana de las personas que aún después de caída la dictadura, y en medio del “Nunca Más”, optaron por afirmar “Yo no sabía nada”, “Nunca me imaginé que pudiera haber pasado algo así” o simplemente “A mí nadie me molestó”.
El mártir afirmó que en sólo un año el proceso redujo el salario de los trabajadores al 40% disminuyendo la participación en el ingreso nacional al 30%, elevó la desocupación a la cifra record del 9%, redujo un 3% el PBI, consolidó una inflación del 400% y elevó la deuda externa a 600 dólares por habitante.
Quizás pocos literatos hayan hilvanado palabras con la enorme y laberíntica capacidad intelectual de Jorge Luis Borges. Borges fue indudablemente un incorregible que prefirió morirse cerca de su lugar aunque este estuviera tan lejos de Argentina. Astor Piazzolla se sumergió con su bandoneón en las fugas y los contrapuntos de Bartok y así fue ganándose la amistad y el respeto de enormes músicos de jazz, llegando al extremo de agregarle una guitarra eléctrica a sus tangos.
Paseos, calles, premios, aeropuertos y escenarios cargan los nombres de tan ilustres personajes argentinos que ningún docente (o padre) esquiva compartir con adolescentes necesitados de conocer algo que quede un poco más lejos que Maradona.
La historia no es un proceso estático y predecible, tampoco es un ámbito donde sentarse a esperar que la vejez nos encuentre memorando a revolucionarios muertos como si la tarea hubiera concluido.
La década menemista, (que en la continuidad de su política incluye los infaustos 2 años de De La Rúa) concluye con salarios que representan el 16% del ingreso, una desocupación del 22% (+19% de subocupación), un PBI per cápita 15% menor a tiempos de Walsh y, mientras durante el primera año del proceso la brecha entre el 10% más rico es de 7 veces y media, el menemismo lleva ese número a 38 veces! La deuda externa que alertaba Walsh llega en 2002 a la baratija de 3700 verdes por cabeza.
El estrechamiento de los márgenes para la tortura y la desaparición forzada de personas del proceso no impidió proseguir el camino iniciado por Martínez de Hoz y Videla con los gobiernos democráticos de Menem y De La Rúa lo que debe llevar a una reflexión obligada: los crímenes de la dictadura no eran un fin en sí mismo.
Ni el esperado encarcelamiento de todos los genocidas, ni aún sus muertes naturales, harán desaparecer una política que se agazapa, aguanta y espera la docilidad de un pueblo autista que considere LA MEMORIA como un tema de zurdos setentistas.