26.6.07

Los Pro y los Contra

Con los previsibles resultados de las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires y de Tierra del Fuego (quien haya hablado 30 segundos con Hugo Cóccaro podría haberlo imaginado) quedan reflexiones obligadas para continuar subiendo la pendiente del proyecto nacional.

Sorprenden las voces ingenuas –y poco sólidas- de aquellos que ante una derrota presuponen el comienzo de la caída, profetas como Carrió pero travestidos en un oficialismo en el que no terminan de encajar.

Un estigma acompaña la historia de los partidos, especialmente la del peronismo: el que gana hace lo correcto y el que pierde se equivoca. Tal vez si reconociéramos este germen maligno podríamos avanzar con mayor solidez.

Un proyecto político se consolida ganando elecciones pero nunca termina en ellas porque ese no es su fin. Una mirada hacia el pasado reciente muestra también que ningún triunfo es garantía de modelo alguno. Cualquiera sabe que, a pesar de lo que diga el cura, una familia no se construye en el altar.

Aquellos que opinan que una elección perdida es el regreso de la derecha, la marcha atrás del proceso o simplemente el comienzo del fin están mal alineados, Y diría algo peor: están perdidos.

Es deseable que la democracia resulte de un coro disonante y en tensión. Es interesante que hayan ganado algún espacio los que denunciaban la intención hegemónica y autoritaria del gobierno nacional.

La causa, al menos en la que me siento identificado, se fortalece mediante el poder pero no se construye exclusivamente con el éxito comicial, sino con el esfuerzo y la perseverancia de convicciones pétreas acerca del bien común, de la solidaridad y la justicia.

Sin menospreciar la trascendencia que posee la cosecha de poder popular gobernadores, legisladores, concejales o intendentes no valen por serlo sino porque siguen un camino acunado en la intima convicción de que la Argentina debe marchar; el destino alcanzado será aquella mentada construcción conjunta denominada “proyecto de país”.

“Estos tipos vienen por todo” escuché esta semana en una importante reunión. Por supuesto, pensé, vaya novedad! Es difícil comprender que dirigentes experimentados supongan que la lucha consista en un “paseito electoral” contra las fuerzas de oposición. Algunos consideran que el único logro sólido refiere a la reducción del índice de desempleo y al crecimiento del PBI.

Sirve de algo tener tres concejales, o cinco o siete si no conforman un núcleo sólido y uniforme sobre las ideas vectoras del proyecto. Cuánto hubiese aportado a la construcción la reelección de Rovira, qué talento nos ha agregado Borocotó.

Hablamos de la reconstrucción de un país sumergido en el quinto infierno y nos asustamos porque no hubo GNC este fin de semana?

Las insuficientes inversiones en el sector energético se deben por ejemplo a que una factura de gas que en 2001 se abonaba U$S 60 hoy cuesta $ 60. Es decir, como el gobierno no triplica los ingresos de las privatizadas –que durante una década cargaron carretillas de verdes para girarlos al exterior, tiene una política imprevisible e irresponsable.
Un Fiat Uno, era comercializado en 1995 por la empresa de los Macri (Sevel) en 18 mil dólares, alguien imagina que ese modelo podría venderse hoy a $55 mil mangos?
Dos litros de gasoil costaba un boleto urbano de colectivo; si se eliminaran los criticados subsidios al transporte en qué iría la gente a trabajar?
Tal vez algún laburante que en aquellos días llevaba a su casa $1500 en la misma situación hoy cobrará $4500… mmhhh.

Algunos analistas económicos afirman que las jubilaciones a quienes no peseen los aportes necesarios constituyen una grave irresponsabilidad fiscal. A ver… que un sexagenario perciba un mínimo ingreso no es una política digna sino irresponsable.

Setentismo vs Noventismo: una falacia atroz. Hablamos de un país recuperando el orgullo a partir del trabajo, el esfuerzo, la buena administración, la memoria y la justicia o clamamos por la especulación ficticia de las relaciones carnales, del patrimonio público regalado, del endeudamiento para facilitarle 4x4 a los grupetes calzados en trajes Armani, de los vergonzantes fallos de una Corte integrada por tránsfugas, del indulto y el abrazo con el Almirante Rojas y del llamado a una reconciliación hipócrita que siempre miró como sospechosas a las víctimas.

Hay corrupción cuando los representantes del pueblo claudican ante el lobby empresario en vez de llevarlos hacia la periferia para convencerlos de que si allí no se inundara habría nuevas oportunidades, que si todos los pibes fueran a la escuela aumentaría la disponibilidad y calidad de la mano de obra, que si en todas las casas hubiera agua potable se reducirían los gastos en salud y que si en cada familia ingresara más de un sueldo decrecería la marginalidad y el uso del paco.

No se vislumbra un regreso de la derecha, persiste todavía tibieza y falta de coraje de dirigentes que no se animan a optar entre lo correcto y lo que les conviene. Estamos en un gran proceso de transformación real y simbólica donde la economía es sólo un costado. Cultura, ética, moral, solidaridad, justicia, responsabilidad y crecimiento han cambiado su concepción en la ráfaga de un lustro.

Claro que la tarea es ardua, difícil e ingrata pero en esta familia somos más de 40 millones y la mesa debe estar tendida para todos. El país ha sido devastado en todas sus líneas durante más de 30 años de sistemática prédica convenciendo a incautos (y cómplices) de que tal vez sobre gente.

Alianzas electorales, discusiones frentistas y gestación de candidaturas ponen en discusión intereses particulares y nada diferencia oposición de oficialismo si no se abunda en procura de una obligatoria síntesis conceptual que ponga el timón en la dirección correcta. Una ráfaga debe ser década y una década siglo, los dirigentes políticos no deben confundir a los ciudadanos, deben conducirlos.
Claro que hay que tapar los baches, mejorar el tránsito, juntar la basura y poner focos en las esquinas porque eso es pro, aunque dedicarse exclusivamente a eso también es contra.

17.6.07

La prisa del diario trajín

Cualquiera sabe que vivir en Buenos Aires tiene grandes diferencias con respecto a otros distritos. Laburar en la capital implica un mejor sueldo, movilizarse al menos una hora diaria, tomar el subte, tren o bondi cotidianamente y taxi cuando recién se ha cobrado, nunca volver a casa a almorzar, usar mucho el teléfono, si es el del empleador mejor, acostumbrarse al ruido, a la desconfianza permanente, a los que caminan rápido, a diarios y revistas atestados en cada esquina, a cinco maxikioscos por cuadra, a las chicas perfumadas de oficina y a los hombres de oficina. Porque todos parecen trabajar en oficinas donde la tarea se hace en computadora que termina en planillas atiborrando obesos biblioratos.

Los motoqueros son producto imprescindible de nuestra capital donde algo siempre tiene que moverse. El delivery es su contracara porque
yo no voy a la pizza sino que es la pizza la que viene hacia mí.
Las ganas de fumar se llevan a la vereda junto con la necesidad de comer una barrita de cereal cada dos horas y volver al escritorio con un yogurt en una bolsita de nylon.

Viviendo el Buenos Aires uno no sabe como se llama casi nadie, ni tampoco se preocupa mucho.
Toneladas de papel y cartón alimentan la pobreza que sobrevive revolviendo entre los errores y los excesos de cada jornada de microcentro.

La televisión que miramos en Argentina es decididamente porteña, tanto como la radio y los diarios. El raiting, fenómeno interesante para pensar, tiene en cuenta lo que prefieren los capitalinos. El fútbol se juega en Buenos Aires amén de que los goles puedan gritarse desde más lejos, recitales y conciertos casi todos los días de artistas que saludan “Hola Argentina” como si allí estuviera la patria entera.

Porteños orgullosos, tacheros sabelotodo con increíble habilidad para detectar al forastero, limpiavidrios y zanquistas con cronómetro incorporado, palomas que se reúnen llevando paz o aliviando su hambre con el maíz de los turistas.
Gimnasios con vista a la calle, calles con vista a las chicas y chicos de los gimnasios, pibes que esperan toda la madrugada para comprar el último libro de Harry Potter.
Hospitales atestados de pobres que cruzan la avenida para seguir vivos. Porque en la Capital tenés que tener una prepaga para no hacer cola a las 4 de la mañana, Buenos Aires es muy hostil con la pobreza tanto como con el peatón.


Imponentes centros comerciales que inducen a pensar que uno está en otro mundo, con clima artificial y mucha luz, plantas y flores, oxígeno y ozono. Restaurantes que preparan sus platos con ingredientes inconseguibles, barrios que trocan sus nombres para que el Soho sea más amigable y que la mismísima Hollywood cambie su genero. Y Puerto Madero, monumento del 1 a 1, de los indultantes 90 bautizando sus calles con el nombre de mártires de la represión de la dictadura.

La política no nace del abstracto se alimenta, crece y se desarrolla en su contexto. De ahí que la problemática de Buenos Aires, con un nivel de vida cuatro veces superior al resto del país, resulte trascendente para quien vive en sus calles y una cuestión de la tele para los demás.

Las marchas piqueteras y los cortes de calle, las huelgas en los subtes, el descalabro de los servicios ferroviarios complican la cotidianeidad de aquellos ciudadanos. A veces, y será tal vez la enorme penetración cultural que ejercen los medios, entramos en una vorágine ajena creyendo que lo que les pasa, nos pasa.

Mientras en el interior grande la democracia se representa mayoritariamente discutiendo, en la capital sólo optando. Los parámetros de elección son también distintos. Pesan las alianzas, militancia, organización y articulación de referencias más allá de la Gral. Paz y las estrategias de marketing y comunicación en un territorio acostumbrado a comprar por el envase. No es lógico suponer que “política” sea lo mismo en Chacarita, Belgrano, Lomas de Zamora, Rosario o en Dolores.

Como está dicho los porteños son tipos distintos. Sus preocupaciones son originales con respecto al resto de la población. Y esto no es una valoración subjetiva y muchísimo menos una subestimación. Es razonable reconocer la diferencia.

Con ganas de renovar

“Mauricio” no es Macri, porque es conveniente presentarlo como a un muchacho joven, exitoso y común al que le encanta la vida sana y el deporte. Como Marcelo que dejó de ser Tinelli a pesar de los millones de dólares que ha sabido producir. Macri que es todavía más millonario, es un empresario de esos de los que la gente desconfía. Macri es el príncipe de una corona construida por un rey octogenario al que le encantan las pibas de veinte y las fiestas privadas. Tipos que han fabricado guita por derecha, con la derecha y también por zurda.
La idea es que creamos que Mauricio vive en su departamento preocupado por la seguridad, el transporte y la basura y que ni se nos ocurra suponer que ocupa una mansión, custodiado por agentes propios, que elige el auto y el chofer cotidianamente y que no tiene ni idea donde está el tacho de su propia cocina.

Tener como vice a Gabriela Michetti es Pro, porque es mujer, agradable, locuaz, piola, formada y sufrida. Gabriela también abandonó el apellido aunque nunca la fuerza, la energía y la voluntad. Hace poco dijo que extraña bailar, lo hizo con Mauricio festejando la primera vuelta.

El logo del Pro es una flechita hacia delante, como el símbolo de un “play” que está por poner en marcha a una ciudad detenida. Tal vez alguien haya notado que en la campaña anterior el color de la gráfica era el azul, en esta son el negro y el amarillo, como los taxis tan característicos que toma la clase media y donde el destino no lo decide el chofer sino el que va atrás. Amarillo, cuya simbología representa alegría, inteligencia, sabiduría, intuición, espiritualidad, acción y poder (¿los colores se eligen al azar?) Y amarillo para que nadie olvide a boquita.

Pro no es el nombre de un partido es una marca trabajada por el publicista Ernesto Savaglio a la que le cabe cualquier cosa, positiva obvio; saltar es Pro, cantar es Pro, portarse bien es Pro, levantar la caca del perro es Pro. Enunciar propuestas (temas) es Pro, ser breve es Pro, explicarlas es aburrir, hablar del pasado es aburrir, debatir la historia es aburrir, es instar al zapping a una sociedad a la que no le gusta perder tiempo.

No coincido con aquellos que plantean un eventual triunfo del Pro como el regreso de la derecha. Creo sí en el vacío de la discusión política metropolitana zanjada con estrategias de mercado y en los caminos hacia delante que aquí se abren: profundizar, mejorar y fomentar la militancia, aggiornar la dirigencia abriéndola en serio a instancias de participación y construcción nuevas y atractivas para la ciudadanía capitalina o convertir nuestra política también en producto.

Trampa, porque mientras la política transforma a partir de las ideas, el marketing sólo disfraza, y si optamos por este camino no llegará la derecha sino algo bastante peor.

8.6.07

Campaña Sucia

Definir a un funcionario progresista en base a lo que lee, por como se viste o por los CD’s que tiene no parece producto de un análisis muy profundo.

Ahora, que estamos tratando de presentar una concertación -no confundir con concentración-, aparecen actores confundidos: sobre la democracia, sobre la realidad, sobre la historia, la gestión pública e inclusive sobre qué es la política. De qué trata lo que pretendemos llamar progresismo, proyecto nacional y popular, nueva política, era K o Concertación.

Afirmamos la trascendencia fundante de la palabra como expresión de las ideas aunque esta puede relativizarse hasta su desintegración cuando se ocupan lugares de representación. El candidato llega por lo que piensa y luego dice pero debe probar su validez pública haciéndolo. De lo contrario se evidencia que el discurso no tiene correlato con el mundo de lo posible o bien que el fulano era un mentiroso.

Deberíamos escribir mucho para trazar alguna senda hacia el interior de los partidos que oriente a un dinamarqués acerca de cuál es la ideología del Peronismo, del Radicalismo, del Socialismo, el Ari o del Frente Grande por citar algunas de las vertientes, máxime cuando se las encuentra en la oposición y también en el oficialismo.

Si bien la función pública tiene como destinataria a toda la sociedad debe ubicar su primer objetivo en el eslabón más débil. El rol de estado que exhibe la política que tiene el sol en el logo y la K en la camiseta constituye una mediación de intereses donde se protege el más grande: el del pueblo; constituido por un capital de millones de sueños, anhelos, ilusiones y deseos de justicia.
Enfrente, algunos contraponen un interés empresario con un capital constituido por pesos, dólares o acciones. Ningún compañero puede dudar acerca de cual resulta la opción apropiada.

Un funcionario progresista es un compañero, un tipo decente y honrado, que representa al Estado asumiendo su gestión como una carga y no como un privilegio.
Representa al pueblo y al proyecto a partir de su trabajo, no de su presencia porque la política no se legitima con el pecho sino con el lomo. Nuestros representantes deben trabajar más que los representados. Y esto es un sinónimo absoluto de la calidad de su trabajo, pero también de su cantidad.
Un compañero en la función es alguien que persigue el interés general en pos del mejoramiento de la situación precedente a su designación. El pragmatismo es cintura, nunca traición.

Ahora, que es tiempo de concertación sería bueno poner algunas vituallas sobre la mesa, sería interesante que cada quien realice su propuesta pero también su autocrítica porque aquí en Mar del Plata la gestión es decididamente mala, por resultados y también por concepción. “Cada uno debe asumir el proyecto que le corresponde y decírselo a la sociedad”, porque tal vez pensemos lo mismo o tal vez no.
¿Compromiso?

Aquí se ha dado en la tecla renombrando las tasas como Servicios Urbanos ya que avergüenza enviar facturas a barrios carentes de alumbrado, de barrido y de limpieza. Toda una torpeza resultó modificar la forma en que se realiza el cálculo que, además de producir usurarios incrementos, ha dejado al criticado Montoya como si fuera un derrochón. Una regla elemental de la economía explica que cuando el precio de un bien (la tasa) sube, su demanda (pago) baja. Si es invisible, peor. Y si hasta ahora cada dos facturas emitidas se abona una, el aumento desmedido no incrementará el ingreso sino la incobrabilidad.
La recaudación anual por concesión de balnearios es menor que el gasto que demanda el item guardavidas. Los ingresos por publicidad resultan absolutamente irrisorios y las exenciones, una festichola.

Se anticipa un aumento de las facturas de Obras Sanitarias superior al 10% de una empresa que se sirve de aguas con altos porcentajes de contaminación.

Han autorizado aumentos del boleto de colectivo mayores a los índices inflacionarios, se ha modificado la forma de pago con la generalización obligada de las tarjetas magnéticas produciendo una transferencia anticipada de los usuarios hacia las empresas por viajes no realizados. Se ha eliminado la gratuidad del boleto estudiantil y se camina hacia el final del boleto docente. Algún creativo tantea cambiar otra vez el sistema de cobro imponiendo monederas!

La redistribución de la riqueza es uno de los ejes de nuestra política aunque mientras el gobierno nacional propicia aumentos salariales menores al 20%, otorgar un 40% a los municipales constituye un acto de irresponsabilidad en un distrito virtualmente quebrado y donde los funcionarios políticos con rango de Director han sido pasados a planta permanente.

El tanteo hacia la municipalización del Hotel Provincial presagia que quizás la ciudad tenga en la mira la creación de otra Liechtenstein entre Sarmiento y Arenales y desde Avenida Colón al Océano. Un supuesto apoyo hacia la educación municipal se manifiesta construyendo alguna escuela de tanto en tanto y en la posibilidad de incrementar la planta de personal que termina pagando la Provincia.

El Código de Ordenamiento Territorial es cuestionado por vetusto, hipermercados y paquetas torres de departamentos prometen seguir modificando la geografía y la actividad económica, no en favor del desarrollo local sino de los empresarios que desean “invertir en la ciudad”. Ah, también se relocalizó la Villa de Paso para darle dignidad a la gente humilde.

La empresa licenciataria de la recolección de basura ha recibido millonarios presentes por parte del municipio incluso con retroactividad y el predio de disposición final se ha definido en el ejido urbano, hay basura en todos lados.

El estado de las calles es incuestionablemente desastrozo, la seguridad no es un tema municipal como tampoco la salud. El tránsito es un problema nacional y como la provincia se queda con lo que la ciudad produce, para qué recaudar con efectividad.

La política nacional de Derechos Humanos ha sido acompañada con tanta discreción que casi ningún funcionario ha osado acercarse a marchas o actos conmemorativos.
Inspección General es un área muy previsible, cualquier comerciante sabe cuándo vendrán los inspectores a quienes esperan con entusiasmo y buena voluntad.
“No es prudente ir camuflado, ni por estar junto a ti, ni por ir a ningún lado” canta Serrat en una lírica verdaderamente progresista cuyo gusto seguramente compartimos militantes comprometidos y de diverso origen; usamos jeans sin planchar con zapatillas y gustamos leer a Don Arturo. A priori, no parece que el andar de algunos dirigentes tenga lazos muy sólidos con lo que anhelamos de las políticas públicas necesarias para gestionar nuestra comunidad y probablemente la clave esté escondida en aquella misma canción “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.