Con los previsibles resultados de las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires y de Tierra del Fuego (quien haya hablado 30 segundos con Hugo Cóccaro podría haberlo imaginado) quedan reflexiones obligadas para continuar subiendo la pendiente del proyecto nacional.
Sorprenden las voces ingenuas –y poco sólidas- de aquellos que ante una derrota presuponen el comienzo de la caída, profetas como Carrió pero travestidos en un oficialismo en el que no terminan de encajar.
Un estigma acompaña la historia de los partidos, especialmente la del peronismo: el que gana hace lo correcto y el que pierde se equivoca. Tal vez si reconociéramos este germen maligno podríamos avanzar con mayor solidez.
Un proyecto político se consolida ganando elecciones pero nunca termina en ellas porque ese no es su fin. Una mirada hacia el pasado reciente muestra también que ningún triunfo es garantía de modelo alguno. Cualquiera sabe que, a pesar de lo que diga el cura, una familia no se construye en el altar.
Aquellos que opinan que una elección perdida es el regreso de la derecha, la marcha atrás del proceso o simplemente el comienzo del fin están mal alineados, Y diría algo peor: están perdidos.
Es deseable que la democracia resulte de un coro disonante y en tensión. Es interesante que hayan ganado algún espacio los que denunciaban la intención hegemónica y autoritaria del gobierno nacional.
La causa, al menos en la que me siento identificado, se fortalece mediante el poder pero no se construye exclusivamente con el éxito comicial, sino con el esfuerzo y la perseverancia de convicciones pétreas acerca del bien común, de la solidaridad y la justicia.
Sin menospreciar la trascendencia que posee la cosecha de poder popular gobernadores, legisladores, concejales o intendentes no valen por serlo sino porque siguen un camino acunado en la intima convicción de que la Argentina debe marchar; el destino alcanzado será aquella mentada construcción conjunta denominada “proyecto de país”.
“Estos tipos vienen por todo” escuché esta semana en una importante reunión. Por supuesto, pensé, vaya novedad! Es difícil comprender que dirigentes experimentados supongan que la lucha consista en un “paseito electoral” contra las fuerzas de oposición. Algunos consideran que el único logro sólido refiere a la reducción del índice de desempleo y al crecimiento del PBI.
Sirve de algo tener tres concejales, o cinco o siete si no conforman un núcleo sólido y uniforme sobre las ideas vectoras del proyecto. Cuánto hubiese aportado a la construcción la reelección de Rovira, qué talento nos ha agregado Borocotó.
Hablamos de la reconstrucción de un país sumergido en el quinto infierno y nos asustamos porque no hubo GNC este fin de semana?
Las insuficientes inversiones en el sector energético se deben por ejemplo a que una factura de gas que en 2001 se abonaba U$S 60 hoy cuesta $ 60. Es decir, como el gobierno no triplica los ingresos de las privatizadas –que durante una década cargaron carretillas de verdes para girarlos al exterior, tiene una política imprevisible e irresponsable.
Un Fiat Uno, era comercializado en 1995 por la empresa de los Macri (Sevel) en 18 mil dólares, alguien imagina que ese modelo podría venderse hoy a $55 mil mangos?
Dos litros de gasoil costaba un boleto urbano de colectivo; si se eliminaran los criticados subsidios al transporte en qué iría la gente a trabajar?
Tal vez algún laburante que en aquellos días llevaba a su casa $1500 en la misma situación hoy cobrará $4500… mmhhh.
Algunos analistas económicos afirman que las jubilaciones a quienes no peseen los aportes necesarios constituyen una grave irresponsabilidad fiscal. A ver… que un sexagenario perciba un mínimo ingreso no es una política digna sino irresponsable.
Setentismo vs Noventismo: una falacia atroz. Hablamos de un país recuperando el orgullo a partir del trabajo, el esfuerzo, la buena administración, la memoria y la justicia o clamamos por la especulación ficticia de las relaciones carnales, del patrimonio público regalado, del endeudamiento para facilitarle 4x4 a los grupetes calzados en trajes Armani, de los vergonzantes fallos de una Corte integrada por tránsfugas, del indulto y el abrazo con el Almirante Rojas y del llamado a una reconciliación hipócrita que siempre miró como sospechosas a las víctimas.
Hay corrupción cuando los representantes del pueblo claudican ante el lobby empresario en vez de llevarlos hacia la periferia para convencerlos de que si allí no se inundara habría nuevas oportunidades, que si todos los pibes fueran a la escuela aumentaría la disponibilidad y calidad de la mano de obra, que si en todas las casas hubiera agua potable se reducirían los gastos en salud y que si en cada familia ingresara más de un sueldo decrecería la marginalidad y el uso del paco.
No se vislumbra un regreso de la derecha, persiste todavía tibieza y falta de coraje de dirigentes que no se animan a optar entre lo correcto y lo que les conviene. Estamos en un gran proceso de transformación real y simbólica donde la economía es sólo un costado. Cultura, ética, moral, solidaridad, justicia, responsabilidad y crecimiento han cambiado su concepción en la ráfaga de un lustro.
Claro que la tarea es ardua, difícil e ingrata pero en esta familia somos más de 40 millones y la mesa debe estar tendida para todos. El país ha sido devastado en todas sus líneas durante más de 30 años de sistemática prédica convenciendo a incautos (y cómplices) de que tal vez sobre gente.
Alianzas electorales, discusiones frentistas y gestación de candidaturas ponen en discusión intereses particulares y nada diferencia oposición de oficialismo si no se abunda en procura de una obligatoria síntesis conceptual que ponga el timón en la dirección correcta. Una ráfaga debe ser década y una década siglo, los dirigentes políticos no deben confundir a los ciudadanos, deben conducirlos.
Sorprenden las voces ingenuas –y poco sólidas- de aquellos que ante una derrota presuponen el comienzo de la caída, profetas como Carrió pero travestidos en un oficialismo en el que no terminan de encajar.
Un estigma acompaña la historia de los partidos, especialmente la del peronismo: el que gana hace lo correcto y el que pierde se equivoca. Tal vez si reconociéramos este germen maligno podríamos avanzar con mayor solidez.
Un proyecto político se consolida ganando elecciones pero nunca termina en ellas porque ese no es su fin. Una mirada hacia el pasado reciente muestra también que ningún triunfo es garantía de modelo alguno. Cualquiera sabe que, a pesar de lo que diga el cura, una familia no se construye en el altar.
Aquellos que opinan que una elección perdida es el regreso de la derecha, la marcha atrás del proceso o simplemente el comienzo del fin están mal alineados, Y diría algo peor: están perdidos.
Es deseable que la democracia resulte de un coro disonante y en tensión. Es interesante que hayan ganado algún espacio los que denunciaban la intención hegemónica y autoritaria del gobierno nacional.
La causa, al menos en la que me siento identificado, se fortalece mediante el poder pero no se construye exclusivamente con el éxito comicial, sino con el esfuerzo y la perseverancia de convicciones pétreas acerca del bien común, de la solidaridad y la justicia.
Sin menospreciar la trascendencia que posee la cosecha de poder popular gobernadores, legisladores, concejales o intendentes no valen por serlo sino porque siguen un camino acunado en la intima convicción de que la Argentina debe marchar; el destino alcanzado será aquella mentada construcción conjunta denominada “proyecto de país”.
“Estos tipos vienen por todo” escuché esta semana en una importante reunión. Por supuesto, pensé, vaya novedad! Es difícil comprender que dirigentes experimentados supongan que la lucha consista en un “paseito electoral” contra las fuerzas de oposición. Algunos consideran que el único logro sólido refiere a la reducción del índice de desempleo y al crecimiento del PBI.
Sirve de algo tener tres concejales, o cinco o siete si no conforman un núcleo sólido y uniforme sobre las ideas vectoras del proyecto. Cuánto hubiese aportado a la construcción la reelección de Rovira, qué talento nos ha agregado Borocotó.
Hablamos de la reconstrucción de un país sumergido en el quinto infierno y nos asustamos porque no hubo GNC este fin de semana?
Las insuficientes inversiones en el sector energético se deben por ejemplo a que una factura de gas que en 2001 se abonaba U$S 60 hoy cuesta $ 60. Es decir, como el gobierno no triplica los ingresos de las privatizadas –que durante una década cargaron carretillas de verdes para girarlos al exterior, tiene una política imprevisible e irresponsable.
Un Fiat Uno, era comercializado en 1995 por la empresa de los Macri (Sevel) en 18 mil dólares, alguien imagina que ese modelo podría venderse hoy a $55 mil mangos?
Dos litros de gasoil costaba un boleto urbano de colectivo; si se eliminaran los criticados subsidios al transporte en qué iría la gente a trabajar?
Tal vez algún laburante que en aquellos días llevaba a su casa $1500 en la misma situación hoy cobrará $4500… mmhhh.
Algunos analistas económicos afirman que las jubilaciones a quienes no peseen los aportes necesarios constituyen una grave irresponsabilidad fiscal. A ver… que un sexagenario perciba un mínimo ingreso no es una política digna sino irresponsable.
Setentismo vs Noventismo: una falacia atroz. Hablamos de un país recuperando el orgullo a partir del trabajo, el esfuerzo, la buena administración, la memoria y la justicia o clamamos por la especulación ficticia de las relaciones carnales, del patrimonio público regalado, del endeudamiento para facilitarle 4x4 a los grupetes calzados en trajes Armani, de los vergonzantes fallos de una Corte integrada por tránsfugas, del indulto y el abrazo con el Almirante Rojas y del llamado a una reconciliación hipócrita que siempre miró como sospechosas a las víctimas.
Hay corrupción cuando los representantes del pueblo claudican ante el lobby empresario en vez de llevarlos hacia la periferia para convencerlos de que si allí no se inundara habría nuevas oportunidades, que si todos los pibes fueran a la escuela aumentaría la disponibilidad y calidad de la mano de obra, que si en todas las casas hubiera agua potable se reducirían los gastos en salud y que si en cada familia ingresara más de un sueldo decrecería la marginalidad y el uso del paco.
No se vislumbra un regreso de la derecha, persiste todavía tibieza y falta de coraje de dirigentes que no se animan a optar entre lo correcto y lo que les conviene. Estamos en un gran proceso de transformación real y simbólica donde la economía es sólo un costado. Cultura, ética, moral, solidaridad, justicia, responsabilidad y crecimiento han cambiado su concepción en la ráfaga de un lustro.
Claro que la tarea es ardua, difícil e ingrata pero en esta familia somos más de 40 millones y la mesa debe estar tendida para todos. El país ha sido devastado en todas sus líneas durante más de 30 años de sistemática prédica convenciendo a incautos (y cómplices) de que tal vez sobre gente.
Alianzas electorales, discusiones frentistas y gestación de candidaturas ponen en discusión intereses particulares y nada diferencia oposición de oficialismo si no se abunda en procura de una obligatoria síntesis conceptual que ponga el timón en la dirección correcta. Una ráfaga debe ser década y una década siglo, los dirigentes políticos no deben confundir a los ciudadanos, deben conducirlos.
Claro que hay que tapar los baches, mejorar el tránsito, juntar la basura y poner focos en las esquinas porque eso es pro, aunque dedicarse exclusivamente a eso también es contra.
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